¿DÓNDE LO DIJO? Lectura: ¿Quién opina en la opinión pública?. 

¿QUIÉN LO DIJO?

Raúl Gabás Pallás 

Catedrático Emérito del Departamento de Filosofía de la Universitat Autònoma de Barcelona. Cursó estudios en las universidades de Roma (Gregoriana), Munich, Berlín y Barcelona. Obtuvo el doctorado en la de Munich con la investigación Escatología protestante en la actualidad (1961) y en la de Barcelona con el estudio La unidad de la razón en Habermas (1977). 

¿QUÉ ES?

Antecedentes históricos  

Los escritos de Platón contienen hondas reflexiones sobre la estructura de la sociedad y sobre la enigmática oposición entre la verdad y la apariencia. Se ha inmortalizado particularmente el Mito de la caverna, en el que el autor dramatiza la relación entre la verdadera y la falsa percepción de la realidad. 

 Platón nos deja ante la dificultad, aparentemente insoluble, de mediar entre los diversos puntos de vista. Pero nunca claudica en su empeño de descubrir lo que en sí mismo es verdadero y diría hoy que en la televisión se cumplen perfectamente los rasgos de su caverna. Los que están encadenados a las imágenes no cejan en el esfuerzo de persuadirnos de que no hay otra realidad que la de las proyecciones televisivas,  hasta el siglo XIX casi todos los sistemas de pensamiento han afirmado la existencia de la verdad, o de la naturaleza en sí, como un parámetro en el que se miden las formas más o menos acertadas o desfiguradas de la subjetividad humana.


La ontología griega y la escolástica cifraban en la «esencia» el último fundamento de la verdad. Puesto que todo ser tiene esencia, es decir, una estructura o razón por lo que algo es lo que es y no otra cosa, parece obvio suponer que las opiniones tienden a confluir en el conocimiento de la esencia y, por tanto, no parece aceptable que la mayoría se aleje de lo esencial. 

Habermas, en Cambio de estructura de la opinión pública, ha desarrollado una investigación muy detallada de este concepto. Allí nos presenta como punto cardinal del modelo burgués la delimitación de una «esfera privada», que, por una parte, ha de ser autónoma e inviolable, y, por otra, tiene que ser la fuente configuradora del poder público.  


 El fenómeno de la opinión 

Digamos en general que la vida humana, bien sea en una simple relación bilateral a dos, bien en la estructura de un grupo, o bien en el conjunto de un pueblo, pasa a través de la identidad y las diferencias que se engendran en el flujo y reflujo de la marea de la opinión. 

La agitación mediática puede variar en corto espacio de tiempo la valoración de un hecho como justo o como injusto. Un mismo hecho es valorado por los ciudadanos en forma estereotipada según el partido político al que se adhieren. 

Los cambios de opinión son especialmente perceptibles en lo que se refiere a la aprobación o desaprobación de una situación o de una dirección política en conjunto. Esta esfera es el lugar donde más se hacen sentir los cambios revolucionarios y donde podríamos pensar que se producen explosiones locas de la conducta humana. Pero, en realidad, lo emocional va unido a lo racional. 

 La opinión pública en la sociedad de masas 

 Ha existido en todo momento cierta manipulación de la opinión, aunque sólo fuera por el impacto que los formados ejercían sobre el público iletrado. Ahora bien, por el hecho de que fueran los formados los que dirigían la opinión, era lógico que se diera una personalidad cultural con carácter estable.  

La credibilidad de la opinión pública como una estructura reflexiva capaz de dirigir la sociedad quedó rota cuando se puso de manifiesto con plena evidencia que las leyes no procedían ya de la reflexión serena, sino de otros factores, como la presión de sindicatos, partidos y manifestaciones callejeras. 

Un mundo sometido al hechizo universal de la propaganda no puede ser propicio a la obra de arte, que se forja en la experiencia reflexiva del sujeto artístico y se contrapone como un modelo diferente al mundo dado. Nuestro mundo detesta los laberintos de la reflexión. 

«Ha llegado el tiempo de que nos abstengamos sabiamete de todas las construcciones del proceso mundial o de la historia de la humanidad, un tiempo en el que ya no conteplemos las masas, sino de nuevo a los individuos, que forman una especie de puente sobre el torrente desértico del devenir» Nietzsche.  

  

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